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4.18.2013

Doctor Agudelo: descanse en paz


“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”. François Mauriac (1905-1970) Escritor francés. 

Por Ernesto Pino, 
Marzo 27 de 2013
Redacción Sevilla
El Periódico

El pasado 20 de marzo, a las 3 de la tarde, la iglesia Nuestra Señora del Carmen de Sevilla, estaba llena de sevillanos de todas las condiciones que fueron a despedir a uno de sus hijos más queridos, el médico quindiano, Néstor Agudelo. 
El Doctor Agudelo, casi que por accidente había llegado a Sevilla hace 50 años en su condición de médico principiante y aprovechando la oportunidad laboral del momento, se quedó para siempre. No le importó asumir un cambio drástico de pasar de una ciudad como Guayaquil - Ecuador, con todas las calenturas de los puertos y la segunda ciudad de ese país; a un pequeño pueblo, frío, lleno de neblina y donde la gente todavía se acostaba “con las gallinas”, como antídoto contra la violencia de la década de los sesenta. El mismo recordaba que después de las 6 de la tarde era difícil conseguir un taxi o que la ambulancia del Hospital funcionara después de esa hora. 
Escribo hoy estas palabras por dos hechos que debo resaltar: mi relación personal entrañable por un poco más de 30 años y el reconocimiento de haber conocido un maravilloso ser humano, con el ropaje de médico y que con el paso del tiempo se fue constituyendo en un personaje admirado por los sevillanos. Alguna vez le dije: “Doctor, usted fácilmente podría remplazar al DANE, para saber cuántos sevillanos existen, porque a buena parte los ha visto nacer en su condición de médico”. Y le añadía (como lo recordó Mónica el día del funeral): “si se lanza a la Alcaldía de Sevilla, barre, con el voto de todos los sevillanos agradecidos de sus consultas”. Él solamente sonreía y sus ojos azules le brillaban llenos de picardía y de bondad. Como hecho trascendental de su condición de médico, recordaba como en una película de ficción, cuando a dúo con el cirujano Marco Emilio Ruiz, y sin los instrumentos adecuados, le salvaron la vida a un humilde lugareño y de urgencia le practicaron una operación de corazón abierto, lo cual verdaderamente era una proeza para la época y de lo cual poca gente se enteró y no tuvo el ruido mediático de la actualidad. En su condición terrenal reiteró su calidad de ser humano que junto a Nelly, su esposa, quien partió antes; consolidaron una familia de 7 hijos y armaron un hogar de maravilla y una complicidad de guerreros leales. Hoy, en medio de la nostalgia que deja su espacio vacío, reconozco con satisfacción que el secreto de su dinamismo personal y el servicio incondicional a cualquier sevillano sin distingo social, era solo uno: su eterna jovialidad, siempre se creyó un muchacho porque en su fuero interno eso le ayudaba a vivir y a estar creciendo con el paso del tiempo y con las costumbres renovadas de sus nietos, que eran su máxima debilidad. 
Varios meses atrás, en mi casa en Cali, le comenté con malicia que si tenía el corazón recuperado, había una premonición que debía seguir: “si quieres vivir más, ponte una meta” y me dijo: “listo, me voy al mundial de Brasil en el 2014”. Y fue su corazón, precisamente, quien nos jugó una mala pasada y se lo llevó inesperadamente a encontrar una estrella recóndita en el ancho e insondable universo, donde nos estará mirando con nostalgia y pidiendo excusas por haberse ido tan temprano. 
“Doctor Agudelo, descanse en paz: usted es un sevillano notable y su vida un ejemplo de servicio y rectitud. 

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