Diana Ramírez G. y Johana Candelo G. |
Jorge Armando Izquierdo |
Redacción Buga
El Periódico
Dos educadoras y un empleado de la seguridad de la Basílica del Señor de los Milagros de Buga, perdieron la vida en horas de la madrugada de este sábado 24 de enero.
El lamentable accidente se registró hacia la 1:40 de la madrugada en la doble calzada a la altura de la estación del servicio El Faro de Guacarí, mientras éstos se movilizaban en dos motocicletas. Las educadoras identificadas como Johana Candelo G., de 34 años, y su compañera Diana Ramírez G., de 35 años, el día sábado terminaron sus labores en horas de la tarde en el colegio de la obra social de la Basílica, a eso de las seis de la tarde y rápidamente se regresaron para Guacarí pues debían regresar a la despedida de un párroco, que se llevaría a cabo en horas de la noche, reunión que debido al cansancio, lo retirado que les quedaba a las dos mujeres, estaban renuentes de asistir, y así lo manifestaron sus familiares. Pero al parecer la asistencia era obligatoria, razón por la cual las mujeres tomaron una moto de marca Wave de propiedad de Diana y se regresaron para Buga donde pasaron la noche y hasta parte de la madrugada; cuando decidieron que ya era hora de regresar y junto a su compañero Jorge Armando Izquierdo, quien laboraba en la seguridad interna de la Basílica y que también residía en Guacarí, tomaron sus motos e iniciaron el recorrido hasta llegar a la estación de servicio antes mencionada, donde un vehículo los arrolló causándoles la muerte inmediata a los tres motorizados.
Según las primeras versiones, el vehículo sería un tracto camión, pero otras personas indican que era un tren cañero, pero tan solo son conjeturas ya que nadie asegura nada.
Juan Carlos Saavedra, esposo de Johana, indicó que habló con ella minutos antes de su inesperada muerte, por medio de una llamada donde le decía que ya había llegado y que por favor la esperara para que la abriera la puerta ya que no tenía llaves.
Lo cuerpos fueron traslados hasta medicina legal en la ciudad de Buga, hasta donde se desplazaron los familiares, amigos y compañeros de las víctimas para esperar la entrega de los cuerpos.
Las autoridades por su parte iniciaron las investigaciones del caso apoyados en algunas imágenes de las cámaras de seguridad cercanas al sitio del hecho, ya que el conductor del carro fantasma huyó dejando una gran rastro de sangre, y un profundo sentimiento de dolor y rabia en las familias de estas personas por no haberles prestado auxilio con lo cual se hubieran podido salvar su vidas.