El primer hecho que rebosó la copa, ocurrió el viernes 21 de octubre del año 20011, en donde según los testigos, el sacerdote Carlos Alberto Quiceno, cogió un niño por el cuello de su camisa, lo estrujó y lo arrojó al piso, ocasionando que se golpeara una pierna, porque el menor estaba pateando un tarro de agua en la cancha y cuando lo vio afectado por los golpes, le ofreció mil pesos para que no le contara a la rectora. Por este maltrato el niño fue retirado por sus padres de la institución.
El segundo hecho que tuvieron en cuenta los investigadores para emitir el fallo, ocurrió en la sede Julio Caicedo Palau, en la vereda El Bosque, allí según las declaraciones, el sacerdote profesor, besó a una niña de 6 años en la boca, de lo que existe un acta. En esa sede tuvo muchos problemas de enfrentamiento con los estudiantes, porque besaba y tocaba las niñas y éstas no decían nada, problema que causó malestar general en la comunidad, lo que obligó a su traslado a la sede principal.
En el análisis de la culpabilidad, la Oficina de Control Disciplinario, se argumenta que “La conducta desplegada por el disciplinable, pone de presente la comisión de las faltas con el ingrediente subjetivo referido de dolo, siendo palpable su violación al deber funcional, por cuanto como docente y sacerdote en ejercicio de sus funciones sabía y conocía de la responsabilidades propias de ese cargo y sus implicaciones, de manera que se encuentran presentes los elementos que caracterizan esta forma de culpabilidad en materia disciplinaria”
El fallo emitido el pasado 19 de Julio de este año, fue enviado a la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación, y del mismo conoce la Diócesis de Buga, pero hasta ahora no se han pronunciado sobre esta situación y, el sacerdote, aunque ya no da clase en ninguna institución educativa, sí continúa oficiando misa en la Iglesia del Corregimiento de Nariño del Municipio de Tuluá en donde es el párroco principal.